La formación alemana pinchó al convocar a solo 5.000 personas
Una teoría no escrita señala que la esperanza de vida comercial de los fenómenos pop adolescentes no supera los tres años. Tokio Hotel mantenía hasta ahora el axioma en suspenso: no es una boy band tradicional y su música tiene propiedades distintas a la de Backstreet Boys o Take That. ¿Más duraderas? Bueno, el lunes, el grupo de Magdeburgo (Alemania) pinchó en el Palau Sant Jordi, donde se reunieron apenas 5.000 espectadores (según la generosa estimación de la promotora) acotados por un telón negro que ocultaba media sala. Hace dos años acudieron 12.000.
Fueron, eso sí, 5.000 espectadores muy entregados, ruidosos y pacientes, algunos de los cuales pasaron algunas noches al raso en la puerta del Sant Jordi. Fans del género femenino en una mayoría abrumadora, que demostraron cómo ha ido mutando el canon del ídolo teenager desde los tiempos de Glenn Medeiros y Rick Astley: su ideal es pálido, andrógino, aniñado y marciano, como Bill Kaulitz, cantante de la formación.
Montaje tecnológico
El nuevo disco, Humanoid, aportó más de la mitad de las canciones y condicionó el concepto escénico: un globo terráqueo del que salieron los cuatro integrantes del grupo, y un montaje audiovisual con imágenes de una urbe futurista. Material que, como es costumbre en sus giras internacionales, interpretaron en inglés, relegando las versiones originales en alemán.
Tokio Hotel ofrece un calculado combinado de aspereza y melodía; guitarras casi metálicas estribillos sentimentales vagamente angustiados. La banda, que abrió con Noise, se acercó a Depeche Mode en Human connect to human, y a Queen en Hey you. Bill Kaulitz, que ha abandonado su famoso peinado tipo electroshock, lució unos atuendos galácticos luminosos dignos de la serie V, que no le impidieron cantar con corrección. En Dogs unleashed apareció montado en una moto, clásico gag de Judas Priest (aunque el grupo británico la pone en marcha).
El set acústico, con Humanoid y Love and death, fue algo incongruente en un show de concepto tan tecnológico y robótico, aunque dio un respiro a los muchos padres de fans presentes en el recinto. Los éxitos de su obra pasada, como Scream y, sobre todo, Monsoon, acabaron de levantar el Sant Jordi; mejor dicho, un pedazo de él. Catarsis adolescente, sí, pero en formato club.
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